¿Qué es la Web3 y por qué puede ser la red del futuro?

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Los defensores de la Web3 afirman que será una red más democrática, abierta y descentralizada. También más transparente y segura, al estar construida desde blockchain. La identidad y la privacidad estarán ligadas a las wallets o carteras digitales del usuario, lo que implica que la posesión de activos digitales, como NFTs, será fundamental en este mundo virtual.

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La tecnología de la Web no ha dejado de evolucionar en los últimos 30 años. La Web 1.0, nacida en los 90, fue una herramienta innovadora que cobró gran importancia en el mundo con los primeros portales de Internet.

La Web 2.0 llegó hacia el año 2000, trayendo consigo la interacción entre páginas y personas. Es entonces cuando Internet se formula como una plataforma colaborativa en la que todos los usuarios participan, dando lugar a las primeras redes sociales.

Y ya un poco más tarde, cuando el tráfico de información comienza a ser desmesurado y se empieza a almacenar en nubes, llega la web 3.0. El año oficial de su nacimiento es 2006, pero fue en 2008, con el aterrizaje de bitcoin y de blockchain, que se empieza a tener conciencia de la misma.

A estas tecnologías, fundamentales en su desarrollo, se las empieza sumar la Inteligencia Artificial, dando lugar a la promesa de una web con el usuario en el centro como creador y, sobre todo, como poseedor. Entonces la Web3 desplaza a la Web 3.0. Por eso, pese a que la expresión Web 3.0 fue acuñada por Tim Berners-Lee en 2010, es Gavin Wood, padre de la criptomoneda Ethereum, el señalado como principal difusor del término desde el año 2014.

La descentralización como base de la red
Los defensores de la Web3 afirman que será una red más democrática, abierta y descentralizada. Es decir, una web donde cualquiera puede ser propietario de cosas digitales. También será más transparente, porque los datos de blockchain son completamente abiertos y públicos.

Esto significa una vuelta a los orígenes, cuando Internet era un protocolo abierto y descentralizado. Fue en los 90 cuando la red comenzó a centralizarse de la mano de las grandes tecnológicas que todos conocemos hoy. Lo que busca la Web3 es, pues, una vuelta a la esencia, de modo que nadie controle en gran proporción la herramienta de comunicación más presente en vida ordinaria.

La identidad y la privacidad serán diferentes también, ya que estarán ligadas a las wallets o carteras digitales del usuario. Lo que implica que la posesión de activos digitales, como NFTs, será fundamental en este mundo virtual, algo que ha llevado a muchos a cuestionar un modelo que, acaso, no es más que el último acelerón del turbocapitalismo.

¿Qué cambia entonces con la Web3?
Se prevé que la Web3 dé más poder a los usuarios de Internet sobre la información a la que acceden y los datos que comparten y, en definitiva, permita crear un Internet más libre e igualitario. De hecho, importantes personalidades del mundo de la tecnología, como Tim Berners Lee, inventor de las tan conocidas WWW, afirman que con la Web 2.0 la situación se estaba yendo de las manos y que era necesario un paradigma, completamente nuevo y mucho más democrático, que forzara a las grandes compañías a dar un paso al lado.

De cara a este 2022, se esperan nuevas vías para la creación de contenidos gracias a las facilidades que aportará la Inteligencia Artificial a todos los procesos. Los usuarios de las actualizaciones que surjan en la web tendrán acceso a una administración de sus actividades y un uso más seguro e intuitivo que el actual, lo que traerá novedosas oportunidades de negocio basadas en blockchain, las finanzas digitales o el desarrollo de tendencias que facilitarán la experiencia de todos aquellos que usen Internet.

Hay quienes incluso hablan ya de una web 4.0, totalmente relacionada con IA. Aún no se han establecido unos estándares ni una denominación exacta, pero sí existen pistas acerca de cómo sería esta evolución, con un Internet marcado por el aprendizaje de las máquinas. Una red de pequeños bots, de agentes inteligentes que chatean como si fuesen humanos, de smarthomes, de smartcities... y de algunas características particulares, como la desaparición de los buscadores, sustituidos por asistentes virtuales que, con tan solo una orden, realizarán por nosotros acciones como, por ejemplo, la reserva de hotel para un día determinado.