El conflicto entre seguridad y velocidad lastra el avance de los robots colaborativos

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La robótica colaborativa tiene como objetivo apoyar a los trabajadores humanos agilizando su trabajo, pero estas máquinas deben garantizar su seguridad, lo que supone ir relativamente despacio. Este conflicto entre la seguridad y la velocidad se sitúa como uno de los principales factores en contra de la adopción masiva de la robótica colaborativa, algo que preocupa a la industria.

Numerosas industrias se plantean estrategias de automatización basadas en la robótica colaborativa, especialmente aquellas en las que los humanos desempeñan labores valiosas, pero este tipo de máquinas comienzan a mostrar ciertas debilidades que ponen en riesgo su adopción masiva. Muchos expertos señalan la ciberseguridad como uno de sus principales puntos flacos, pero la industria ya está trabajando en este problema para garantizar la protección en entornos conectados.

Pero hay un problema que tiene peor solución, y es el difícil equilibrio entre la velocidad a la que los robots ejecutan sus tareas y la seguridad de los humanos con los que trabajan. Los expertos señalan que los robots colaborativos son mucho más seguros para los trabajadores que los robots convencionales, pero esto se debe a que realizan sus tareas a menor velocidad. Por ejemplo, a la hora de transportar objetivos pesados con los que deben trabajar los empleados, algo que se debe hacer con cuidado para no poner en peligro su seguridad física.

Dado que los movimientos rápidos, típicos de los robots de cadenas de montaje, pueden ocasionar accidentes, los fabricantes optan por programar sus máquinas para que realicen sus tareas a menor velocidad, lo que limita su eficiencia. Esto se ha convertido en un factor en contra, que está poniendo trabas a la adopción masiva de la robótica colaborativa en muchas empresas, y la industria está tratando de enfrentar este problema para hacer más atractivos sus productos.

Las especificaciones de la mayoría de robots colaborativos son que manejan cargas útiles de menos de 10 kilogramos y, para desplazarlas, sus brazos mecánicos aplican fuerzas inferiores a 150 newtons, y en caso de detectar una posible colisión se paran. A partir de esta fuerza los fabricantes consideran que hay riesgo de daños a las personas por colisión, mientras que la norma ISO que regula esta característica (ISO 15066), establece que a partir de 110 newtons se puede causar dolor a los seres humanos al ser golpeados en cualquiera de las 29 partes más vulnerables del cuerpo.

Por ello, algunos fabricantes prefieren aumentar la sensibilidad a las colisiones en sus robots colaborativos, lo que mejora la confiabilidad para los trabajadores, pero reduce a su vez el rendimiento operativo de las máquinas. Además, esto incrementa el riesgo de que las máquinas se paren ante posibles colisiones, lo que también afecta a la productividad general. Por otro lado, si se aumenta la velocidad de las máquinas actuales, aumenta el riesgo de que los trabajadores sufran lesiones, algo que no interesa a las empresas ni a los propios empleados.

Este dilema está poniendo serias trabas a la adopción de estas máquinas en las fábricas, por lo que la industria está intentando mejorar sus soluciones para mejorar su desempeño sin afectar a la seguridad. Una idea que comienza a cuajar es mejorar la sensorización de las máquinas, y dotarlas de programaciones más complejas, basadas en IA y aprendizaje automático, que les permitan optimizar al máximo su desempeño e ir mejorando con el tiempo, a medida que trabajan con cada empleado. Pero esto también tiene un precio, y es precisamente el coste superior que deben asumir los clientes, algo que puede suponer un freno para empresas modestas.